Para conservar nuestras piezas de madera (muebles, tallas, esculturas, o elementos de decoración) para que no pierdan sus propiedades con el tiempo, podemos realizar periódicamente algunas labores de mantenimiento.
En el caso de golpes o manchas debidas a agentes agresivos externos – alcohol, tinta, etc – es siempre mejor consultar con un buen profesional.
En lo posible, y al menos una vez al mes, encerar las maderas naturales utilizando una cera o un encáustico natural. No utilizar ceras o preparados que contengan siliconas o cualquier agente químico.
Podemos preparar, de una manera bastante sencilla, nuestro propio material de la forma siguiente:
- Obtenemos cera pura de abeja. Podemos posiblemente conseguirla en establecimientos dedicados a productos naturales
- Esencia de trementina: en tiendas de pintura, solicite aguarrás puro no símil de aguarrás.
- Laminamos o troceamos en pequeñas partes la cera, y la introducimos en un bote de cristal – con tapa -. Justo lo que buenamente le entre, sin apretarlo, lo rellenamos con esencia de trementina. Tapamos y dejamos actuar al menos un par de días.
- Se irá diluyendo la cera, formándose un pasta más o menos consistente. A una temperatura agradable – entre 16º y 24º – esta pasta debe ser más sólida que liquida. A partir de aquí, solo la experiencia nos puede ayudar, pero, en cualquier caso, podemos ir utilizando el material obtenido y mejorándolo a nuestro buen entender.
- Sí es muy liquido, añadiremos – esta vez mejor en finas láminas – más cera al bote; en caso de excesivamente sólido, más esencia de trementina.
Para encáusticos o ceras de colores, utilizar colorantes no químicos que se disuelvan bien en aguarrás.
Aplicamos siempre estos preparados en capas muy finas, extendemos perfectamente – que no queden grumos – procurando durante las últimas pasadas hacerlo en el sentido de la veta.
Revisamos mientras el producto está tierno que no nos queden amontonamientos o exceso de material en ningún sitio. Dejar secar durante un buen rato; media hora puede estar bien.
Abrillantamos con otro paño – siempre de algodón – frotando con insistencia, sin demasiada presión, pero con atención a todas las zonas por igual. Hay que poner especial cuidado en los rincones o, en ciertas piezas, en rugosidades o lugares de difícil acceso. No está de más procurarse un cepillo o pincel de cerdas naturales que nos facilite el trabajar en esas zonas.